Gustave
Flaubert
Souvenires, visiones, paisajes
"Temblaba
al levantar con un soplo el papel de seda que protegía los grabados,
y que, al separarse, iba a caer suavemente sobre la página opuesta.
A veces una lámina solía representar una balaustrada de un balcón,
tras la cual un mancebo de capa airosa estrechaba entre sus brazos
a una jovencita vestida de blanco; o bien, retratos de ladies
inglesas de tirabuzones rubios que bajo un sombrerito de paja
miraban con sus grandes ojos claros. En otros grabados se veían
carruajes rodando por un parque, o un lebrel saltando ante el
tronco que guiaban dos o tres postillones de calzón blanco. Había
en algunos una dama soñadora sentada en un sofá contemplando la
luna por la ventana entreabierta. Y cerca de ella caído en el
suelo se veía un billete amoroso. A veces, figuras ingenuas con
una lágrima resbalando por sus mejillas y besando a una tórtola
a través de los hierros de una jaula gótica, o sonriendo lánguidamente
y deshojando una margarita con sus dedos curvos y largos como
espolones. Y también sultanes con largas pipas sentados en toneles
con bayaderas entre sus brazos; sables turcos, gorros griegos,
y, sobre todo, paisajes grises, lugares estrambóticos, que ofrecían
a la contemplación palmeras, abetos, tigres a la derecha, un león
a la izquierda, almirantes tártaros en el horizonte, unas ruinas
romanas en primer término, unos camellos detrás, y, como fondo
a todo esto, un bosque virgen muy claro y un ancho rayo de sol
perpendicular, quebrándose en el agua, sobre cuyo fondo gris de
acero había grupos de cisnes nadando." Madame Bovary
"Delante
de la biblioteca había una cómoda de caracoles con adornos de
felpa. La tapa sostenía a un gato con un ratón en la boca -petrificación
de Saint-Allyre- y un costurero, también de caracoles, además
de una jarra de aguardiente con una calabaza. Pero lo más bello
era una estatua de San Pedro que descansaba en el alféizar de
la ventana. Su mano derecha enguantada apretaba la llave del Paraíso
de color verde manzana. La túnica, adornada con flores de lis,
era turqueza y la tiara, amarilla, puntiaguda como una pagoda.
Tenía las mejillas pintadas, unos grandes ojos redondos, la boca
abierta y la nariz torcida y respingada. Encima colgaba un baldaquino
hecho con un viejo tapiz, donde se distinguían dos angelitos en
un círculo de rosas y a sus pies, como una columna, se erguía
una mantequera con esta inscripción en letras blancas sobre fondo
color chocolate: ´Elaborada en presencia de S.A.R. Monseñor el
duque de Angulema, en Norón, el 3 de octubre de 1817’."
Bouvard y Pécuchet
"Viviendo
en la tibia atmósfera de las clases y entre aquellas mujeres de
tez blanca que llevaban rosarios con cruces de cobre, comenzó
a sumirse dulcemente en la mística languidez que emanaba del incienso,
de los altares, del frescor de las pilas de agua bendita y de
las llamas de los cirios. En lugar de seguir la misa con el devocionario,
se distraía con las viñetas piadosas de color azul encariñándose
con la oveja enferma, el Sagrado Corazón atravesado por agudas
flechas, o el pobre Jesús cayendo bajo el peso de la cruz. Intentó
hacer penitencia y mortificarse pasando un día sin comer y en
su exaltada imaginación buscaba algún voto que cumplir.
Cuando iba a confesarse, se inventaba pecaditos para permanecer
más tiempo de rodillas en la oscuridad, juntas la manos y con
la cara pegada a la celosía, oyendo el cuchicheo del confesor.
Frases tales como ´esposo´, ´amante celestial´ y ´matrimonio eterno´,
frecuentes en la oratoria sagrada, destilaban dulzuras infinitas
en el fondo de su alma." Madame Bovary
"Felizmente
encontraron en la biblioteca la obra de Boitard, titulada ´El
arquitecto de los jardines´.
El autor los divide en una infinidad de géneros. En primer lugar
está el jardín melancólico y romántico, que se caracteriza por
los dioses paganos, las ruinas, las tumbas y un ´exvoto a la Virgen,
indicando un lugar donde un señor cayó bajo el cuchillo de un
asesino´. El género serio debía brindar, como Ermenonville, un
templo a la filosofía. En cuanto al género terrible, incluye rocas
suspendidas, árboles destrozados, cabañas incendiadas; el género
exótico se logra plantando cirios del Perú, a fin de que ´renazcan
los recuerdos del colono o del viajero´. Los obeliscos y los arcos
de triunfo caracterizan el género majestuoso; el musgo y las grutas
al género misterioso, y un lago a los del género soñador. Existe
también el género fantástico, cuyo bello espécimen se veía antiguamente
en un jardín wurtemburgués, en el que podían encontrarse sucesivamente
un jabalí, un ermitaño, varios sepulcros y una barca que se separaba
sola de la orilla para conducir al viajero hasta un gabinete donde
el agua de varios surtidores ocultos lo empapaban apenas se sentaba
en el sofá." Bouvard y Pécuchet
"La
multitud se posterna, el elefante dobla las rodillas y
LA
REINA DE SABA
deslizándose
por su hombro, pone el pie en la alfombra y se dirige hacia donde
está San Antonio.
Su vestido de brocado de oro, dividido en dos por unas chorreras
de perlas, azabaches y zafiros, le ciñe la cintura dentro de un
apretado corpiño, realzado por aplicaciones de colores que representan
los doce signos del zodíaco. Lleva puestos unos chapines muy altos;
uno de ellos es negro, sembrado de estrellas de plata y con una
media luna; el otro es blanco, cubierto de gotitas de oro y con
un sol en medio.
Las anchas mangas, ornadas de esmeraldas y de plumas de
pájaro, permiten ver el torneado brazo cuya muñeca luce una pulsera
de ébano. En sus manos, los dedos están cargados de anillos y
terminan en unas uñas tan puntiagudas que casi recuerdan a las
agujas.
Una cadena de oro lisa le pasa por debajo de la barbilla,
sube por ambas mejillas y se enrosca en forma de espiral en torno
a su peinado, empolvado de azul. Luego, desciende de nuevo y le
acaricia los hombros, para terminar abrochándose en el pecho mediante
un escorpión de diamantes que saca la lengua por entre sus dos
senos. Dos gruesas perlas rubias le cuelgan de las orejas. Lleva
el borde de los párpados pintado de negro y en el pómulo izquierdo
luce un lunar natural. Respira abriendo mucho la boca, como si
le apretara el corsé.
Al andar, mueve una sombrilla verde con mango de marfil,
rodeada de campanillas de plata sobredorada. Doce negritos de
pelo crespo le llevan la larga cola del vestido, cuya punta es
sostenida por un mono, que la levanta de cuando en cuando."
Las tentaciones de San Antonio
"Si
su niñez hubiese transcurrido en la trastienda de un barrio comercial,
seguramente se hubiera dejado invadir por el lirismo de la Naturaleza
que comúnmente suele llegarnos a través de la literatura. Pero
ella conocía perfectamente el campo; sabía lo que era el balido
de las ovejas, la faena de los establos, el rodar de las carretas.
Habituada a la calma y a los quehaceres sosegados, la atraían
los que implicaban movimiento. Le gustaba el mar sólo por sus
tempestades y el verdor únicamente cuando aparecía en medio de
ruinas. De cada cosa necesitaba extraer una especie de provecho
personal, rechazando como inútil todo lo que no llegara directamente
a su corazón; y como era de temperamento más sentimental que artístico,
iba en busca no de paisajes, sino de emociones." Madame
Bovary